
Bowie destacó siempre como un tipo demasiado independiente como para hacer caso de la moda o los esteriotipos mostrando un individualismo feroz que lo llevó a consolidarse como un estilo personificado. He aquí un ejemplo más.
Lo mejor de Aladdin Sane es el ambiente distendido y la crudeza rock que desprenden sus canciones. Las temáticas de sus letras son difíciles de descifrar pero, por encima de la barrera de esperpentos, brilla la preocupación por el futuro y la vida en las ciudades. Un personaje como este que siempre se nutrió de la respiración nocturna y la rebeldía juvenil no podía presentar cuatro cancioncillas de amor y esperar los pasmos del respetable. Para conseguir ser Bowie, hay que ser marciano y visceral, ser un pasota que mira de reojo la fama entre sorprendido y altivo. Ser Bowie, el Bowie de este disco, significa que eres conocedor de todos los registros y cada una de las antesalas que hicieron del rock la fotografía perfecta del siglo XX.