
La explicación para semejante rareza no es sencilla. En un principio debió publicarse como álbum de The Beach Boys grupo en el que militaba Brian Wilson en 1967. El disco de 1966 de dicho grupo fué "Pet Sounds", una maravilla pop ensalzada por la crítica pero despreciada en aquel momento por el público. Cansados de sus extravagantes métodos de trabajo y sus alucinadas composiciones, los demás miembros del grupo (en su mayoría familiares) le dieron un ultimátum a Brian Wilson: o componía éxitos fáciles o se iba a la calle. Esta encrucijada acabó en una serie de dramas que derivaron en una grave enfermedad mental para Wilson y su posterior deserción del grupo. Por supuesto Smile jamás llegó a las tiendas como tal sino que se desgranó en diferentes discos y en versiones piratas. Durante años fué considerado el disco fantasma por excelencia, la piedra angular de la leyenda pop californiana.
Ya recuperado de sus problemas de salud, Wilson reclutó a una serie de músicos jóvenes con los que ya había tocado previamente y juntos grabaron de nuevo el disco completo tal y como lo habían concebido él y su letrista Van Dike Parks.
La leyenda estaba bien erigida pero era necesario que los cimientos no fueran otros que las mejores canciones pop jamás escritas. Y la verdad es que es muy probable que ése sea el soporte real del álbum.
Estructurado como si de una ópera se tratara, las canciones se suceden una tras otra en una suerte de armonía vocal sobreexpuesta y arreglos de orquesta. La obra magna, "una sinfonía adolescente para Dios" como la definió el propio Wilson, no era otra cosa que el dibujo febril y alucinado de un joven que escuchaba voces en su cabeza. Por suerte esta vez las voces no gritaban "Matalos a todos¡¡", esta vez las voces le dictaron a su víctima "Good Vibrations". Bendita locura.